miércoles, 11 de abril de 2012

¿Nos engañaran otra vez?




Por: Teniente Coronel de Artillería JOSE ANCIZAR HINCAPIE BETANCUR

Ignoro si al Presidente Santos lo asisten buenas o malas intenciones en la búsqueda de la paz para nuestra nación, ojalá la “jugada” que haga sea para el bien futuro de la patria. Las opiniones están divididas, quienes defienden su gestión, que son aquellos que en otra oportunidad fracasaron, y los que defienden el proyecto que buscó realizar el anterior gobierno, que el gobernante actual dejó en la mitad del camino

Lo verdaderamente difícil es lograr que los colombianos entiendan la realidad actual que tienen que vivir y por lo tanto no se dejen engañar otra vez. El ciudadano común y corriente, ese que se para en los parques al rebusque del día a día, el asalariado, los de clase media, que cada vez son menos por que son más los que se aproximan a la clase indigente, los pensionados que quedan cada día sin nada que hacer después de desayunar, el campesino desplazado que aumenta los cordones de miseria de la ciudad y en términos generales un amplio porcentaje de la población, sufren pero no miden la realidad de la problemática social colombiana, menos les interesa conocer la historia de lo que ha sucedido y es por esto que el pueblo se condena a si mismo a vivir en un maremágnum de  incertidumbre sin vislumbrar una salida a los conflictos que nos aquejan y en el que está de por medio lo más preciado que tenemos que es nuestra Libertad.

Los militares, por ser parte integral de la nación, somos actores principales del conflicto; finalmente somos quienes garantizan la supervivencia del Estado de derecho en el que actúan todos los ciudadanos. Desde nuestro ingreso a la Escuela Militar, nos involucramos directamente al conflicto y es un compromiso que asumimos para toda una vida, por esta y por muchas otras razones deberíamos ser tenidos en cuenta en todo lo que tenga que ver con ello y no ser excluidos como ocurre actualmente. Conocemos la historia del conflicto y eso no hace un referente necesario.

Pensando en esto recapitulé sobre mi propia historia militar, vivida a través de 41 años para encontrar para mi mismo una respuesta. En cumplimiento de mi tarea me correspondió ir a la serranía de San Lucas para combatir un reducto guerrillero del ELN que había quedado después de la exitosa operación ANORI. Este reducto guerrillero ocupaba aquella deprimida zona de la geografía nacional en la que extorsionaba, asesinaba campesinos, reclutaba niños para su grupo a través del engaño o de la fuerza; con las operaciones militares llevadas a cabo estaba a punto de ser liberada esa zona del sur del Departamento de Bolívar.

Ocurrió lo que los militares no hemos podido comprender cuando los terroristas están a punto de ser vencidos; una comisión del gobierno nacional, entonces en manos del Doctor Alfonso López Michelsen, encabezada por el Gobernador del Departamento de Bolívar y otros altos dignatarios del Estado ordenaron suspender las operaciones militares para llevar ayuda humanitaria a los guerrilleros y permitir su evacuación, la Cruz Roja atendió los guerrilleros  y el grupo desapareció. Las tropas que allí  se encontraban se quedaron con sus muertos, cuidando una selva inhóspita y una población en un estado de abandono atroz. Como resultado de esta acción humanitaria el ELN renació con más bríos que nunca para atacar la infraestructura nacional, aún recuerdo un montón de campesinos incinerados con una bomba colocada por ese revivido grupo subversivo al tubo del oleoducto que conducía el tesoro nacional.

Años más tarde hube de enfrentar al M-19, grupo que envalentonado por el éxito de la toma de la Embajada de República Dominicana y una vez fortalecido en Cuba resolvió atacar de nuevo a Colombia a través de tres frentes. Me correspondió hacerlo en el Chocó y el Caquetá, con mi granito de arena y el de todos los militares que estuvieron al frente de estas batallas se logró reducir de nuevo militarmente ese grupo subversivo. Hacia 1982 el Ejército había logrado controlar la escalada terrorista, y el país se aprestaba a iniciar una nueva etapa de su vida republicana vislumbrando una merecida paz.

Infortunadamente fue elegido  en 1982 un Presidente que no comprendía, como casi todos los colombianos, cuales eran los verdaderos motivos de los grupos subversivos comunistas y aprovechando el engaño, para lo que son unos verdaderos maestros, lograron CASA, CARRO Y BECA para los guerrilleros amen de agregadurías culturales en todos los países con los cuales Colombia tenía relaciones diplomáticas. Colombia no obtuvo la paz soñada, por el contrario, aprovechando las ventajas que les había dado el gobierno, se reorganizaron y de nuevo se lanzaron en contra de todos los elementos del Estado provocando muerte y desolación en los campos y ciudades. Al término de este ingenuo y complaciente gobierno, las FARC se habían fortalecido, el ELN se había hecho fuerte atacando la infraestructura petrolera y el M-19 atacó el palacio de Justicia y asesinó la conciencia jurídica de la nación, además, desde entonces iniciaron una fuerte ofensiva desde las embajadas en contra del Estado colombiano. Países como Alemania, Holanda, Suiza,  España Etc., por la falta de acción de los Embajadores de turno, terminaron convencidos de que el Estado atacaba políticamente  a los terroristas y eran ellos “luchadores de la libertad”.

De nuevo el Ejército Nacional y la Policía Nacional hicieron frente al problema, el soldado fue llamado de nuevo al frente de batalla para defender la nación atacada y vilipendiada, esta vez con un nuevo y feroz enemigo, el narcotráfico. La sangre de muchos, miles tal vez, soldados regó los campos de la patria, esta sangre derramada y sacrificada poco o ningún eco encontraba en la gran masa de la población colombiana.

En general la gente de la ciudad miraba desde la distancia como una pelea “rara” entre militares y guerrilleros que no preocupaba sino a aquellos que recibían el ataque directo por medio de vacunas, extorsiones y secuestros.

Pero mientras los soldados morían en el campo de combate el gobierno de turno estaba en conversaciones de paz, en Casa Verde, en Caracas, en Tlaxcala, en Madrid, en Panamá Etc., el sacrificio era enorme, pero la conciencia civilista impresa en el alma de cada soldado nos permitía continuar cumpliendo con la misión sin importar el precio que hubiera que pagar. Creíamos en el Estado, en el gobierno que defendíamos sin importar el tinte político que tuviera y aún si fuera tan corrupto y despreciable como el gobierno que fue elegido gracias al poder del dinero corruptor del narcotráfico.

Como consecuencia posterior a la toma de Palacio de Justicia el M-19, quien lo creyera, recibió una amnistía incondicional por su acción, se les abrió la puerta y por ella entraron ellos y los demás grupos subversivos, y narcotraficantes a ser la mayoría en la Asamblea Constituyente que dio vida  a la confusa Constitución que rige los destinos de nuestra patria.

Recuerdo el final del discurso dado por el Presidente de entonces “colombianos bienvenidos al futuro”,  y a pesar de la amplia participación dada a la izquierda comunista colombiana, no los dejó satisfechos, querían mucho más, y dice el adagio popular “vaca ladrona no olvida el portillo” los guerrilleros haciendo uso del poder infinito que da el narcotráfico, retomaron sus ataques contra la sociedad que quieren subyugar. Empleando todas la formas de lucha diseñaron e implementaron un “plan estratégico” para esa toma del poder, uno de sus principales objetivos eran las fuerzas militares. La razón era que permanecíamos cohesionados y firmes en la defensa de la institucionalidad; encontraron que la principal debilidad era la escasa formación política y una nula capacidad para establecer una defensa jurídica y sin abandonar su violencia fratricida contra la población civil iniciaron su ataque para  desarticular y acabar las Fuerzas Militares en el campo político y en el campo jurídico.

Yo fui tal vez uno de los primeros conejillos de indias para conocer la reacción a este ataque. Fui uno de los objetivos presentados en el Cagúan para demostrar que el gobierno de turno estaba cumpliendo con las órdenes de don Manuel de “castigar“  los militares que habían desarrollado acciones exitosas contra los terroristas; la Fiscalía no dudo en enviarme a Departamento de Estado como un “positivo” que les generara reconocimiento y por ende recursos, conmigo se inició una cadena que hoy tiene a más de tres mil militares tras las rejas

Como lo dijera en un escrito anterior el enemigo encontró en esta circunstancia la forma de desestabilizar el Ejército. Pero la escalada de violencia y horror causada por las FARC, el ELN y el NARCOTRAFICO por primera vez sensibilizó a la nación y como resultado de esto eligió al Doctor Álvaro Uribe Vélez como Presidente de la República.

Infortunadamente para Colombia el Gobierno anterior cometió errores  históricos, que él mismo ha reconocido, uno de ellos fue caer en la trampa tendida para que traicionara la única institución que ha sido leal a él y a todos los gobernantes. Aupado por los enemigos agazapados en su gobierno se dedicó a expulsar de las filas del Ejército a oficiales del alto mando, nombró oficiales indiscriminadamente sin tomar en cuenta la capacidad y la antigüedad de los mismos para los cargos del alto  mando, politizó el Ministerio de Defensa y como resultado de ello no fueron los Generales los asesores del Ministro sino una camarilla de fichas políticas desconocedores de la realidad institucional y de la necesaria experiencia en el campo de combate, creo el caos y la confusión y para terminar la faena,  mediante la conocida Resolución Ministerial modificó la Constitución y entregó amarrados los militares a los enemigos.

Hoy por hoy el caos y la confusión son aún mayores, el desconcierto reina por doquier, los militares presos no saben que va a pasar con ellos y sus familias, la guerrilla ad portas de un “diálogo de paz” que en realidad nunca les ha interesado sino como plataforma para cumplir los propósitos definidos en su plan estratégico. Incierto es el futuro

 Quiero para terminar esta reflexión citar un pasaje escrito hace más de tres mil años, que viene muy al caso ya que a los terroristas de mi país los han perdonado, los han amnistiados, les han ofrecidos muchas oportunidades una y otra vez y el resultado posterior siempre ha sido el mismo, aumentar sus actos de violencia en contra de la población indefensa convencidos que su perdón no fue magnanimidad sino debilidad de su contrincante. “Perdonar al perverso es exponer y arrojar a los justos en las fauces del peligro; absolverlo es convertirse en su cómplice en el delito. Dar protección a los buenos, es colaborar con ellos en el bien que hacen. El perdón hace tanto daño en el felón, como bien en el hombre probo y de noble corazón y corrompe al primero en la misma medida que corrige al segundo” (Calila y Dimna, el libro del soberano y el político).

Cordialmente


1 comentario:

  1. Sobresaliente recorrido histórico por el arduo sendero que han recorrido los soldados de Colombia en defensa de la democracia y la institucionalidad, a pesar de la corrupción y constante ineficiencia de todos los dirigentes civiles encargados de resolver el problema.
    La labor de escribir esa parte oculta de la historia colombiana es incomprendida pero necesaria. Si no se hace desde ahora, los mismos causantes de la debacle la escribirán a su acomodo, endilgando a las tropas toda la irresponsabilidad de sus actos. Ver para creer. No desfallezca en este empeño-

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