Por: Teniente Coronel de Artillería JOSE ANCIZAR HINCAPIE
BETANCUR
Ignoro si al Presidente Santos lo asisten buenas o malas
intenciones en la búsqueda de la paz para nuestra nación, ojalá la “jugada” que
haga sea para el bien futuro de la patria. Las opiniones están divididas,
quienes defienden su gestión, que son aquellos que en otra oportunidad
fracasaron, y los que defienden el proyecto que buscó realizar el anterior
gobierno, que el gobernante actual dejó en la mitad del camino
Lo verdaderamente difícil es lograr que los colombianos
entiendan la realidad actual que tienen que vivir y por lo tanto no se dejen
engañar otra vez. El ciudadano común y corriente, ese que se para en los
parques al rebusque del día a día, el asalariado, los de clase media, que cada
vez son menos por que son más los que se aproximan a la clase indigente, los
pensionados que quedan cada día sin nada que hacer después de desayunar, el
campesino desplazado que aumenta los cordones de miseria de la ciudad y en
términos generales un amplio porcentaje de la población, sufren pero no miden
la realidad de la problemática social colombiana, menos les interesa conocer la
historia de lo que ha sucedido y es por esto que el pueblo se condena a si
mismo a vivir en un maremágnum de incertidumbre sin vislumbrar una salida a los
conflictos que nos aquejan y en el que está de por medio lo más preciado que
tenemos que es nuestra Libertad.
Los militares, por ser parte integral de la nación, somos actores
principales del conflicto; finalmente somos quienes garantizan la supervivencia
del Estado de derecho en el que actúan todos los ciudadanos. Desde nuestro
ingreso a la Escuela Militar, nos involucramos directamente al conflicto y es
un compromiso que asumimos para toda una vida, por esta y por muchas otras
razones deberíamos ser tenidos en cuenta en todo lo que tenga que ver con ello
y no ser excluidos como ocurre actualmente. Conocemos la historia del
conflicto y eso no hace un referente necesario.
Pensando en esto recapitulé sobre mi propia historia militar,
vivida a través de 41 años para encontrar para mi mismo una respuesta. En
cumplimiento de mi tarea me correspondió ir a la serranía de San Lucas para
combatir un reducto guerrillero del ELN que había quedado después de la exitosa
operación ANORI. Este reducto guerrillero ocupaba aquella deprimida zona de la
geografía nacional en la que extorsionaba, asesinaba campesinos, reclutaba
niños para su grupo a través del engaño o de la fuerza; con las operaciones
militares llevadas a cabo estaba a punto de ser liberada esa zona del sur del
Departamento de Bolívar.
Ocurrió lo que los militares no hemos podido comprender
cuando los terroristas están a punto de ser vencidos; una comisión del gobierno
nacional, entonces en manos del Doctor Alfonso López Michelsen, encabezada por
el Gobernador del Departamento de Bolívar y otros altos dignatarios del Estado ordenaron
suspender las operaciones militares para llevar ayuda humanitaria a los
guerrilleros y permitir su evacuación, la Cruz Roja atendió los
guerrilleros y el grupo desapareció. Las
tropas que allí se encontraban se
quedaron con sus muertos, cuidando una selva inhóspita y una población en un
estado de abandono atroz. Como resultado de esta acción humanitaria el ELN
renació con más bríos que nunca para atacar la infraestructura nacional, aún recuerdo
un montón de campesinos incinerados con una bomba colocada por ese revivido
grupo subversivo al tubo del oleoducto que conducía el tesoro nacional.
Años más tarde hube de enfrentar al M-19, grupo que
envalentonado por el éxito de la toma de la Embajada de República Dominicana y
una vez fortalecido en Cuba resolvió atacar de nuevo a Colombia a través de
tres frentes. Me correspondió hacerlo en el Chocó y el Caquetá, con mi granito
de arena y el de todos los militares que estuvieron al frente de estas batallas
se logró reducir de nuevo militarmente ese grupo subversivo. Hacia 1982 el
Ejército había logrado controlar la escalada terrorista, y el país se aprestaba
a iniciar una nueva etapa de su vida republicana vislumbrando una merecida paz.
Infortunadamente fue elegido en 1982 un Presidente que no comprendía, como
casi todos los colombianos, cuales eran los verdaderos motivos de los grupos
subversivos comunistas y aprovechando el engaño, para lo que son unos verdaderos
maestros, lograron CASA, CARRO Y BECA para los guerrilleros amen de
agregadurías culturales en todos los países con los cuales Colombia tenía
relaciones diplomáticas. Colombia no obtuvo la paz soñada, por el contrario,
aprovechando las ventajas que les había dado el gobierno, se reorganizaron y de
nuevo se lanzaron en contra de todos los elementos del Estado provocando muerte
y desolación en los campos y ciudades. Al término de este ingenuo y
complaciente gobierno, las FARC se habían fortalecido, el ELN se había hecho
fuerte atacando la infraestructura petrolera y el M-19 atacó el palacio de
Justicia y asesinó la conciencia jurídica de la nación, además, desde entonces
iniciaron una fuerte ofensiva desde las embajadas en contra del Estado
colombiano. Países como Alemania, Holanda, Suiza, España Etc., por la falta de acción de los
Embajadores de turno, terminaron convencidos de que el Estado atacaba
políticamente a los terroristas y eran
ellos “luchadores de la libertad”.
De nuevo el Ejército Nacional y la Policía Nacional hicieron
frente al problema, el soldado fue llamado de nuevo al frente de batalla para
defender la nación atacada y vilipendiada, esta vez con un nuevo y feroz
enemigo, el narcotráfico. La sangre de muchos, miles tal vez, soldados regó los
campos de la patria, esta sangre derramada y sacrificada poco o ningún eco
encontraba en la gran masa de la población colombiana.
En general la gente de la ciudad miraba desde la distancia
como una pelea “rara” entre militares y guerrilleros que no preocupaba sino a
aquellos que recibían el ataque directo por medio de vacunas, extorsiones y
secuestros.
Pero mientras los soldados morían en el campo de combate el
gobierno de turno estaba en conversaciones de paz, en Casa Verde, en Caracas,
en Tlaxcala, en Madrid, en Panamá Etc., el sacrificio era enorme, pero la
conciencia civilista impresa en el alma de cada soldado nos permitía continuar
cumpliendo con la misión sin importar el precio que hubiera que pagar. Creíamos
en el Estado, en el gobierno que defendíamos sin importar el tinte político que
tuviera y aún si fuera tan corrupto y despreciable como el gobierno que fue
elegido gracias al poder del dinero corruptor del narcotráfico.
Como consecuencia posterior a la toma de Palacio de Justicia
el M-19, quien lo creyera, recibió una amnistía incondicional por su acción, se
les abrió la puerta y por ella entraron ellos y los demás grupos subversivos, y
narcotraficantes a ser la mayoría en la Asamblea Constituyente que dio vida a la confusa Constitución que rige los
destinos de nuestra patria.
Recuerdo el final del discurso dado por el Presidente de
entonces “colombianos bienvenidos al futuro”, y a pesar de la amplia participación dada a la
izquierda comunista colombiana, no los dejó satisfechos, querían mucho más, y
dice el adagio popular “vaca ladrona no olvida el portillo” los guerrilleros
haciendo uso del poder infinito que da el narcotráfico, retomaron sus ataques
contra la sociedad que quieren subyugar. Empleando todas la formas de lucha diseñaron
e implementaron un “plan estratégico”
para esa toma del poder, uno de sus principales objetivos eran las fuerzas
militares. La razón era que permanecíamos cohesionados y firmes en la defensa
de la institucionalidad; encontraron que la principal debilidad era la escasa
formación política y una nula capacidad para establecer una defensa jurídica y
sin abandonar su violencia fratricida contra la población civil iniciaron su
ataque para desarticular y acabar las
Fuerzas Militares en el campo político y en el campo jurídico.
Yo fui tal vez uno de los primeros conejillos de indias para
conocer la reacción a este ataque. Fui uno de los objetivos presentados en el
Cagúan para demostrar que el gobierno de turno estaba cumpliendo con las
órdenes de don Manuel de “castigar“ los
militares que habían desarrollado acciones exitosas contra los terroristas; la
Fiscalía no dudo en enviarme a Departamento de Estado como un “positivo” que
les generara reconocimiento y por ende recursos, conmigo se inició una cadena
que hoy tiene a más de tres mil militares tras las rejas
Como lo dijera en un escrito anterior el enemigo encontró en
esta circunstancia la forma de desestabilizar el Ejército. Pero la escalada de
violencia y horror causada por las FARC, el ELN y el NARCOTRAFICO por primera
vez sensibilizó a la nación y como resultado de esto eligió al Doctor Álvaro
Uribe Vélez como Presidente de la República.
Infortunadamente para Colombia el Gobierno anterior cometió
errores históricos, que él mismo ha
reconocido, uno de ellos fue caer en la trampa tendida para que traicionara la
única institución que ha sido leal a él y a todos los gobernantes. Aupado por
los enemigos agazapados en su gobierno se dedicó a expulsar de las filas del
Ejército a oficiales del alto mando, nombró oficiales indiscriminadamente sin
tomar en cuenta la capacidad y la antigüedad de los mismos para los cargos del
alto mando, politizó el Ministerio de
Defensa y como resultado de ello no fueron los Generales los asesores del
Ministro sino una camarilla de fichas políticas desconocedores de la realidad
institucional y de la necesaria experiencia en el campo de combate, creo el
caos y la confusión y para terminar la faena, mediante la conocida Resolución Ministerial modificó
la Constitución y entregó amarrados los militares a los enemigos.
Hoy por hoy el caos y la confusión son aún mayores, el
desconcierto reina por doquier, los militares presos no saben que va a pasar
con ellos y sus familias, la guerrilla ad portas de un “diálogo de paz” que en
realidad nunca les ha interesado sino como plataforma para cumplir los propósitos
definidos en su plan estratégico. Incierto es el futuro
Quiero para terminar
esta reflexión citar un pasaje escrito hace más de tres mil años, que viene muy
al caso ya que a los terroristas de mi país los han perdonado, los han
amnistiados, les han ofrecidos muchas oportunidades una y otra vez y el
resultado posterior siempre ha sido el mismo, aumentar sus actos de violencia
en contra de la población indefensa convencidos que su perdón no fue magnanimidad
sino debilidad de su contrincante. “Perdonar
al perverso es exponer y arrojar a los justos en las fauces del peligro;
absolverlo es convertirse en su cómplice en el delito. Dar protección a los
buenos, es colaborar con ellos en el bien que hacen. El perdón hace tanto daño
en el felón, como bien en el hombre probo y de noble corazón y corrompe al
primero en la misma medida que corrige al segundo” (Calila y Dimna, el libro
del soberano y el político).
Cordialmente
Sobresaliente recorrido histórico por el arduo sendero que han recorrido los soldados de Colombia en defensa de la democracia y la institucionalidad, a pesar de la corrupción y constante ineficiencia de todos los dirigentes civiles encargados de resolver el problema.
ResponderEliminarLa labor de escribir esa parte oculta de la historia colombiana es incomprendida pero necesaria. Si no se hace desde ahora, los mismos causantes de la debacle la escribirán a su acomodo, endilgando a las tropas toda la irresponsabilidad de sus actos. Ver para creer. No desfallezca en este empeño-